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Aspiración: la llama interna

Dios tuvo un sueño resplandeciente. El nombre de ese sueño fue aspiración. El hombre tiene un llanto ascendente. El nombre de este llanto es también aspiración. Dios era originariamente uno. Con Su Aspiración, Dios quiso devenir en muchos. Él quiso disfrutar divinamente y colmarse supremamente en y a través de un infinito número de formas.

El hombre es muchos. Con su aspiración, el hombre la conciencia divisoria y dividida, el hombre la mente oscura, el hombre el ser insatisfecho, quiere llegar a ser uno con el mundo-conciencia, el mundo-vida y el mundo-alma. Él siente inequívoca y fervorosamente que esta es la manera secreta y sagrada de sentir la más honda profundidad de la Realidad y la más elevada altura de la Verdad.

La aspiración es la llama interna. A diferencia de otras llamas, esta llama no quema nada. Ella purifica, ilumina y transforma nuestra vida. Cuando la purificación se produce en nuestra naturaleza inferior, esperamos ver el Rostro de Dios. Cuando la iluminación amanece en nuestra naturaleza externa, sentimos que Dios es cercano y querido, que lo permea todo y lo ama todo. Cuando nuestra naturaleza, tanto la inferior como la externa, crezca en la Llama de Transformación, llegaremos a comprender la verdad de que Dios Mismo es el Piloto más íntimo, el viaje más brillante y la Meta más alta.

Algunas personas tienen la impresión de que el deseo y la aspiración son la misma cosa. Desafortunada, o mejor dicho afortunadamente, eso no es cierto; son dos cosas totalmente distintas. La diferencia entre el deseo y la aspiración es muy sencilla y clara: el deseo quiere atar y devorar al mundo, la aspiración desea liberar y alimentar al mundo. El deseo es la energía saliente. La aspiración es la luz entrante. El deseo le dice al hombre : “Posee todo, serás feliz”. El pobre hombre, cuando quiere poseer tan sólo una simple cosa, ve que ya ha sido atrapado sin piedad y poseído por todo en la creación de Dios. La aspiración le dice al hombre: “Realiza tan sólo una cosa, y esa cosa es Dios. Serás feliz”. El afortunado y bienaventurado hombre, en su camino hacia arriba y hacia adentro, mucho antes de ver a Dios, siente paz sublime en su vida interna y alegría radiante en su vida externa. Entonces siente que la realización del Supremo Más Allá ya no puede seguir siendo un clamor lejano.

La aspiración tiene, no uno sino tres amigos genuinos: ayer, hoy y mañana. El ayer ofreció su vuelo de inspiración a la aspiración. El hoy ofrece su poder de dedicación a la aspiración. El mañana ofrecerá su deleite de realización a la aspiración.

La aspiración es nuestro impulso interno de trascender tanto la experiencia como la realización ya logradas. Esto es absolutamente necesario porque Dios el Infinito está trascendiendo constantemente Su propia Infinitud, Dios el Eterno está trascendiendo constantemente Su propia Eternidad y Dios el Inmortal está trascendiendo constantemente Su propia Inmortalidad.

La infancia de la aspiración quiere realizar al Supremo de un modo terrenal e individual. La adolescencia de la aspiración quiere realizar al Supremo de un modo divino y glorioso. La madurez de la aspiración quiere realizar al Supremo al modo propio del Supremo.

La aspiración es realización. La aspiración es revelación. La aspiración es manifestación. La aspiración es realización siempre y cuando el aspirante necesite la realización de Dios y sólo la realización de Dios. La aspiración es revelación siempre y cuando el aspirante siente que la revelación de Dios es absolutamente por amor a Dios. La aspiración es manifestación siempre y cuando el aspirante siente que la manifestación de Dios es su derecho de nacimiento.

Purdue University
Lafayette, Indiana
27 de abril de 1970