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Música y meditación

La música tiene y también es
la llave para abrir la puerta del Corazón de Dios.

Un Lenguaje Universal

La música es el lenguaje interno o universal de Dios. Yo no hablo el francés, el alemán o el italiano, pero si escucho la música de cualquiera de estos países, inmediatamente el corazón de la música entra en mi corazón o mi corazón entra en la música. En ese momento no es necesaria la comunicación externa; la comunicación interna del corazón es suficiente. Mi corazón está comulgando con el corazón de la música, y en nuestra comunión devenimos uno inseparablemente.

La meditación y la música no pueden ser sepa­radas. Cuando lloramos por la paz, la luz y la dicha desde las más profundas cavidades de nuestro corazón, eso es el mejor tipo de meditación. A continuación de la meditación está la música; la música del alma, la música que conmueve y eleva nuestra conciencia aspirante. No podemos meditar las veinticuatro horas del día, pero tal vez podemos meditar dos horas al día. En otros momentos podemos interpretar o escuchar música. Cuando interpretamos o escuchamos música del alma, música psíquica, inmediatamente somos transportados a un plano superior de conciencia. Cuando interpretamos música fervorosamente, vamos alto, más alto, altísimo.

Cada vez que escuchamos música del alma, obtenemos inspiración y deleite. En un abrir y cerrar de ojos, la música puede elevar nuestra conciencia. Pero si además rezamos y meditamos, estamos indudablemente más iluminados y colmados que un amante de la música que no está conscientemente llevando una vida espiritual. Cada músico espiritual está esparciendo la Luz de Dios en la Tierra. Dios es el Intérprete cósmico, el Intérprete Eterno, y nosotros somos Sus instrumentos. Pero, en el proceso de nuestra evolución, llega un momento en que sentimos que hemos devenido totalmente uno con Él. En ese momento ya no somos instrumentos; somos músicos, músicos divinos. Es el Supremo quien hace el instrumento apropiado. Luego, es Él quien inspira al intérprete a tocar adecuadamente.

No tratemos de entender la música con nuestra mente. Ni siquiera tratemos de sentirla con nuestro corazón. Simple y espontáneamente dejemos que el pájaro de la música vuele en el cielo de nuestro corazón. Al volar, revelará incondicionalmente lo que tiene y lo que es. Lo que tiene es el mensaje de la Inmortalidad. Lo que es, es el pasaje de la Eternidad.