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El Guru: tu tutor privado

Lo más importante que un Maestro espiritual hace por sus niños espirituales es volverlos conscientemente conocedores de algo vasto e infinito dentro de sí mismos, que no es otra cosa que Dios mismo.

¿Qué es un Guru?

Guru es una palabra del sánscrito que significa “el que ilumina.” El que ofrece la iluminación es llamado Guru. Conforme a mi propia realización interna quisiera decir que sólo hay un verdadero Guru, y ese es el Supremo. Ningún ser humano es el verdadero Guru. Pero aunque sólo el Supremo es el Guru verdadero, aquí en la Tierra valoramos el tiempo. Si encontramos a alguien que puede ayudarnos en nuestro viaje hacia la ilumi­nación, tomamos su ayuda, y le podemos llamar nuestro Guru.

Un Maestro espiritual o Guru es como el hijo mayor en la familia, y los aspirantes son como sus hermanos y hermanas espirituales más jóvenes. Los Maestros espirituales dicen y enseñan a sus hermanos y hermanas menores dónde se encuentra su Padre, el Guru Absoluto.

El verdadero Guru no está en el inmenso cielo azul. Él está en lo más profundo de nuestro corazón. Tal vez te preguntarás: “Si Él está dentro de nuestro corazón, ¿por qué es necesario que tengamos la ayuda de otro para encontrarle?” Aunque este tesoro de valor incalculable está dentro de nuestro corazón, no podemos verlo o sentirlo, por eso necesitamos ayuda. Un amigo nuestro, al que llamamos nuestro Guru o Maestro espiritual, acude a nosotros y nos enseña cómo encontrar nuestro propio tesoro.

No es obligatorio tener un Guru vivo, pero es ciertamente aconsejable. Tú sabes que hay una meta, y quieres alcanzar esa meta. Si eres sabio, aceptarás la ayuda de alguien que puede mostrarte el camino más fácil, más seguro y más efectivo hacia la meta. Si quieres tardar cientos y miles de años para realizar a Dios, no es necesario que tengas un Maestro espiritual. Pero si quieres alcanzar la meta lo antes posible, entonces es ciertamente una necesidad.

Si tienes un Maestro, eso facilita tu progreso espiritual interno. Un Maestro espiritual es tu tutor privado en la vida espiritual. Hay una gran diferencia entre un tutor privado y un maestro ordi­nario. Un maestro ordinario mirará el examen del estudiante y le pondrá una nota. Examinará al estu­diante y  le aprobará o le suspenderá. Pero el tutor privado anima e inspira personalmente al estudiante en su casa para que pueda aprobar el examen. En cada momento en la travesía de la vida, la ignorancia trata de examinarte, pero tu tutor privado te enseñará como pasar fácilmente el examen. Es la tarea del Maestro espiritual inspirar al aspirante e incrementar su aspiración para que pueda realizar lo Altísimo lo antes posible.

Para aprender cualquier cosa en este mundo, al principio necesitas un maestro. Para aprender matemáticas necesitas un maestro. Para aprender historia necesitas un maestro. Es absurdo sentir que para todas las demás cosas en la vida necesitas un maestro, pero no para la meditación. ¿Por qué va la gente a la universidad cuando pueden estudiar en su casa? Es porque sienten que van a recibir ins­trucción experta por parte de personas que conocen bien la materia. Han habido unos pocos, pero muy pocos hombres de verdadero conocimiento, que no fueron a ninguna universidad. Sí, hay excep­ciones; cada regla admite sus excepciones. Dios está en todos, y si un aspirante siente que no necesita ayuda humana, es más que bienvenido a probar por sí mismo su capacidad. Pero si alguien es sabio y quiere correr hacia su meta en lugar de tropezar o tan sólo caminar, entonces ciertamente la ayuda de un Guru será incalculable.

Supongamos que ahora mismo estoy en Londres. Sé que Nueva York existe y que tengo que regresar allí. ¿Qué necesito para llegar? Un avión y un piloto. Aunque sé que el avión puede llevarme allí, no puedo llegar sin la ayuda de un piloto. Del mismo modo, tú sabes que Dios existe. Quieres alcanzar a Dios por medio de la meditación, pero alguien tiene que llevarte allí. De la misma manera que el piloto me lleva a Nueva York, alguien tiene que llevarte a la conciencia de Dios que está dentro de ti. Alguien tiene que enseñarte a entrar en tu propia conciencia divina a través de la meditación.

Un Maestro espiritual acude a ti con un barco. Te dice: “Ven. Si quieres ir a la Ribera Dorada, yo te llevaré. Es más, una vez que entres en mi barco, puedes cantar, puedes bailar y hasta puedes dormir; pero yo te llevaré a salvo a la Costa.” Si dices que no necesitas la ayuda de nadie, si quieres nadar tú sólo a través del mar de la ignorancia, eso depende de ti. ¿Pero, cuántos años o cuántas encarnaciones tardarás? Y además, después de nadar durante algún tiempo, puedes llegar a sentirte totalmente exhausto y puedes entonces ahogarte.

Sin un Guru, tu progreso será muy lento e inseguro. Puede que tengas experiencias altas y eleva­doras y no les des la importancia adecuada. O puede que la duda entre en tu mente y pienses: “Tan sólo soy una persona ordinaria, ¿cómo puedo  tener este tipo de experiencia? Tal vez estoy engañándome a mí mismo.” O le hablarás a tus amigos acerca de tus experiencias y ellos te dirán: “¡Todo eso es alucinación mental!” Pero si hay alguien que conoce lo que es la realidad interna, podrá asegurarte que las experiencias que tienes son absolutamente reales. El Maestro alienta al discípulo y le inspira. Y si el aspirante está haciendo algo equivocado en su meditación, el Maestro está en condiciones de corregirle.

Una vez que completas el curso, ya no necesitas más al profesor. Si quieres aprender a cantar, recurres a un cantante y aprendes de él. Si quieres ser un bailarín, vas a un bailarín. Una vez que llegas a ser un buen cantante o un buen bailarín, ya no tienes que acudir más al profesor. En la vida espiritual es igual. Al principio necesitas ayuda, pero una vez que estés sumamente avanzado, no nece­sitarás ayuda de nadie.

Si alguien llega a ser un discípulo verdadero de un Maestro, no siente que él y su Guru son dos seres totalmente distintos. No siente que el Guru está en la copa del árbol y él a los pies del árbol. ¡No! Él siente que el Guru es su propia parte más ele­vada. El siente que él y el Guru son uno, que el Guru es su parte más elevada y más desarrollada. Por tanto, un verdadero discípulo no encuentra dificultad alguna en someter su par­­te más baja a su parte más elevada. No está por debajo de su dignidad ser un devoto dis­­cípulo, porque sabe que tanto lo más elevado como lo más bajo son sus posesiones.

Aquel que te inspira es tu verdadero maestro.
Aquel que te ama es tu verdadero maestro.
Aquel que te fuerza es tu verdadero maestro.
Aquel que te perfecciona es tu verdadero maestro.     
Aquel que te atesora es tu verdadero maestro.