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El Hombre y Dios

El hombre y Dios son uno eternamente. Al igual que Dios, el hombre es infinito; al igual que el hombre, Dios es finito. No existe un ancho abismo entre el hombre y Dios. El hombre es el Dios de mañana; Dios, el hombre de ayer y de hoy.

Igual que Dios está en el Cielo, también está en la tierra. Él está aquí, allí y en todas partes. Cada ser humano posee un Dios propio. No existe un ser humano sin Dios. El ateo total no cree en Dios. Pero, afortunadamente cree o, más bien desafortunadamente, tiene que creer en una cierta idea, en algún concepto de orden o desorden. Y esa idea misma, ese concepto, no es otra cosa que Dios.

Libertad, absoluta libertad se le debe dar a cada alma individual para que descubra su propio sendero. Los errores a lo largo del sendero de la espiritualidad no son deplorables en absoluto, puesto que los errores son simplemente verdades menores. No estamos avanzando desde la falsedad hacia la verdad. Estamos avanzando desde la verdad menos revelada hacia la verdad más revelada.

Mientras no hayamos realizado a Dios y llegado a ser uno con Dios, tendremos que dirigir nuestra llamada a Él como Maestro, Guía, Amigo, etcétera. Nuestra actitud hacia Él puede variar según la relación que tengamos con Él. Esto no tiene ninguna consecuencia. Lo que sí tiene suprema importancia es que amemos a Dios como algo que es nuestro. En nuestro amor sincero a Dios, estaremos espontáneamente inspirados para venerarlo.

Aquí tendremos que saber qué clase de veneración nos corresponde, cuál es la que está en armonía con el desarrollo y la tendencia de nuestra alma. La realización de la unión absoluta con Dios es la forma más elevada de veneración. A continuación, en línea descendente, le sigue la meditación. Después viene el lugar para las plegarias e invocaciones. La forma inferior de veneración es la adoración a Dios en las cosas mundanas.

Cuando pienso que la flauta y el Flautista son dos cosas distintas, estoy pensando que yo soy el siervo de Dios y Él es mi Amo. Pero cuando siento que la flauta posee una parte de la conciencia de su Dueño, siento que yo soy el hijo de Dios y que Él es mi Padre. Finalmente, cuando comprendo que la flauta y el Flautista no son sino uno, el Flautista se presenta como el Espíritu y yo como Su Fuerza creativa.

El hombre tiene que realizar a Dios en este cuerpo, aquí en la tierra. Kabir, el gran poeta de India expresó:

    «Si no se rompen tus cadenas mientras vives, ¿Qué esperanza de rescate queda en la muerte?

    «Es un sueño vacío el de que el alma alcanzará la unión con Él por el mero hecho de haber abandonado el cuerpo;

    «Si se Le encuentra ahora, se Le encuentra luego; si no, nos vamos a habitar en la ciudad de la Muerte».

Hermanas y hermanos, no se hundan en el abismo de la desesperanza, aun cuando no tengan, por el momento, una clara aspiración de realizar a Dios. Simplemente inicien su viaje hacia arriba, hacia adentro y hacia adelante; hacia arriba para ver el Sueño de Dios; hacia adentro para poseer el Sueño de Dios y hacia adelante para convertirse en el Sueño de Dios. Este Sueño es el Sueño de la Plenitud absoluta.

Innumerables son los que emprenden el sendero de la vida interior únicamente tras haber recibido incontables reveses o después de vagar largo y tendido por los desiertos de la vida. Por eso, ciertamente es feliz y bienaventurado, aquel que pone su cuerpo, mente, corazón y alma—como flores—a los Pies del Señor, antes del advenimiento de los golpes. Es cierto que las numerosas nubes de lo mundano cubren nuestra mente aún no iluminada. Es igualmente cierto que el volcán de la concentración del buscador y la bomba de hidrógeno de su meditación, pueden destruir y destruirán las nubes, las añejas nieblas de la Ignorancia.

Cuando tratamos de ver en lo profundo de nuestro ser, cuando tratamos de vivir una vida interior, puede ser que  encontremos dificultades a todo alrededor. Clamamos diciendo: «¡Dios, mira, ahora que nos hemos volcado a Ti, tenemos que pasar por tantas pruebas!». Al no encontrar una salida, nos sentimos perturbados. ¿Pero, por qué hemos de estarlo? No puede escapar a nuestro recuerdo que hemos resistido infortunios en nuestra vida. Antes de entrar en la vida espiritual, la desconfianza demostró ser nuestra compañera constante. Al menos, ahora estamos en mejor posición, puesto que podemos reconocer al feroz tigre de lo mundano. Tomemos el desasosiego y la debilidad como pruebas.

¿Por qué tendría Dios que ponernos a prueba? Él hace  todo menos eso. Él, siendo el Misericordioso, nos advierte del peligro inminente. Pero, si tomamos estas advertencias como pruebas, para pasar las pruebas tenemos que rezar a Dios. Jamás podemos pasar el examen meramente pensando en las dificultades y en los peligros. Para pasar una prueba en la escuela tenemos que estudiar mucho. Igualmente, para pasar un examen interno, tenemos que cultivar una sinceridad mayor y alimentar la llama de la aspiración.

Durante la meditación tenemos que ser muy cuidadosos. A veces la mente desea abandonarse a ciertas ideas y pensamientos de origen mundano y emocional, pero no debemos permitir que lo haga. Durante la meditación todo es intenso y, si consentimos pensamientos malignos, los efectos se vuelven más graves y más peligrosos que de otro modo. Nos debilitamos cuando la mente se hace presa de pensamientos auto-complacientes. La naturaleza misma de nuestra mente inferior es embaucarnos. Pero nuestras lágrimas y la llama ascendente de nuestro corazón vendrán siempre a rescatarnos.

El hombre y Dios son uno. Todos los hombres pertenecen a la misma familia. Todos nosotros somos uno. Un aspirante genuino no debe escuchar los argumentos absurdos de los escépticos. Ellos no tienen tan siquiera una pizca de conocimiento espiritual. No se dan cuenta de que están haciendo inconscientemente un alarde de su evidente estupidez. Ellos dicen: «Si todos somos uno, ¿cómo es que cuando tú tienes dolor de cabeza, yo no tengo? ¿Cómo es que cuando mi hambre se sacia, la tuya no?». Como respuesta, les preguntamos: ¿cómo puede ser que cuando tienen una pierna herida, su cabeza no esté herida también, ya que ambas son parte del mismo cuerpo?  La conciencia universal está dentro de todos nosotros. El que no seamos conscientes de ella, no significa que no exista. Mi cuerpo me pertenece, pero ¿siento dolor en la pierna cuando me duele la cabeza? No. Pero si soy consciente de la Conciencia Divina que abarca mi cuerpo entero, sentiré indudablemente el mismo dolor por todo mi cuerpo. En este caso, el alma individual es mi cabeza y el alma colectiva es mi cuerpo entero. Para sentir el mundo como algo propio, primero tenemos que sentir a Dios como propio.

El Hombre es el Corazón del Infinito.
El Hombre es el Hálito de la Eternidad.
El Hombre es la Vida de la Inmortalidad.